El Espino es un lugar al que siempre necesitas ir o volver en algún momento de tu vida. Da igual cómo llegues, en qué momento vital te encuentres… Siempre aprendes algo, te llevas a alguien y sales con las pilas cargadas. El pasado 28 de febrero, 27 jóvenes de la Parroquia de San Gerardo María de Mayela pusieron rumbo a este lugar mágico para disfrutar de una convivencia que ha dado lugar a risas, a conversaciones más o menos profundas y a decenas de recuerdos que ahora se llevan en la maleta del corazón.
Vitoria, la oración frente a la Virgen de El Espino, la reflexión y la reunión en comunidad han permitido que los lazos que mantiene una parte muy importante de la parroquia estén más fuertes que nunca. Estas escasas 48 horas les han enseñado que solo una comunidad verdaderamente abierta e integradora puede transmitir a la perfección el mensaje principal de Dios: el Amor con mayúsculas.
Y de ellos ha salido una idea fundamental: que solo en una comunidad verdaderamente unida, que sepa hacer autocrítica para afrontar los problemas de fondo que afectan a los jóvenes y a su fe, se podrá seguir transmitiendo el amor al prójimo. Jesús se enfrentó a muchas adversidades, unas más duras que otras, y siempre apoyó al débil y al que menos ruido hacía. Ahora, son estos jóvenes los que están llamados a cumplir su voluntad y a perpetuar sus actos.
Dios ha estado presente en cada momento compartido, en cada charla a solas con unos amigos o en grupo, en cada confesión… Incluso en los imprevistos de última hora. Dios ha estado ahí, en silencio, con su presencia que lo llena todo y que, a la vez, te rompe los esquemas de lo que creías estable. Dios ha estado en esa persona que te venga a la cabeza, hayas estado o no en el Espino este fin de semana, y Dios seguirá estando porque eres importante para Él, tan importante como el que siempre ha estado a su lado o como el que acaba de llegar. Dios te cobija en su regazo y te escucha como al primero.
La salida de jóvenes de San Gerardo ha puesto el pilar de lo que los jóvenes quieren que sea su parroquia: una comunidad que acoja a todo el que se acerque y que, a su vez, sea hogar que cuida y proteja a los que han estado, están y estarán en San Gerardo independientemente de su edad, de su momento vital y de su voz. Ojalá sea así.
Miguel Pérez Montes