El arte y la vida se hacen realidad una vez más. Como la vida del Resucitado en el corazón del creyente, las obras de Teresa Jimeno y Oskar Wojtyna dan un toque diferente a la Parroquia de San Gerardo en este 50º aniversario, una brizna de luz entre tanta oscuridad… La diferencia entre la cotidianeidad y la necesidad de subrayar lo importante, los matices, lo que escapa al devenir del tiempo, atropellado, que vivimos.

A través de Color y Vida, los lienzos en blanco de estos dos artistas vuelven a acoger los colores y las sensaciones de cada uno para dar forma a lo que sienten. Desde dos puntos de vista diferentes, con diversas técnicas, demuestran lo necesario que es aprender del que camina a nuestro lado. Lo que un día comenzó como una relación escolar entre profesora y alumno se plasma hoy, en esta sala, a través de obras tan únicas que justifican la importancia de fijarnos al otro lado del camino, al que anda a nuestro lado, al que nos precede y al que nos sucede. De todos ellos podemos aprender, sacar lecciones… Y avanzar, siempre avanzar.

Como el proceso de conversión del alma del cristiano, como el camino que Jesús recorrió durante toda su vida… Cada uno sigue una ruta, con un ritmo determinado, con un paso concreto. Jimeno y Wojtyna quieren compartir esas dos formas de sentir con la comunidad. Porque lo cierto es que aquello que se queda para uno, muere, y aquello que se pone a disposición del prójimo, “da fruto al ciento por uno”. La comunidad de San Gerardo, que en este mes de Resurrección, de vida y de esperanza, celebra el mes del arte, recibe con los brazos abiertos estas obras que expresan la vida en mayúsculas. La vida artística, la vida humana… La vida de Dios en cada una de sus creaciones.

La tradición de celebrar la muerte y resurrección del Señor, enraizada en nuestra sociedad desde hace siglos, es tan importante como el respeto y la necesidad de empaparnos de la cultura que emana de esta exposición. Sin arte y sin fe, la persona pierde su sentido.

Que la vida y las bellas artes se hagan realidad, una vez más, al cruzar esta puerta.

Por Miguel P. Montes

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